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Temporada de hormigas culonas

- por Eduardo Carletti de Axxonline

Campesinos santandereanos (Santander, Colombia) se preparan para el final de la 'cosecha' de hormigas

Quienes disfrutan de su aroma y su sabor aseguran que no hay nada comparable y dicen que es, a la vez, un manjar y un buen negocio. Se trata, ni más ni menos, de un tesoro cuyo valor ha sido reconocido por generaciones de santandereanos y que se remonta a una tradición ancestral de los indígenas guanes, hace más de 500 años. Pero a diferencia de cualquier otro premio escondido, éste sale a la superficie durante nueve semanas al año.

La 'cosecha' de hormigas culonas no solo resulta ser un manjar apetitoso sino también un buen negocio para cientos de familias que viven de estos animalitos.

Los turistas que compran este 'manjar' en bolsitas de plástico en los aeropuertos de Bucaramanga o de Bogotá, o los santandereanos que los regatean, poco saben del riguroso y casi ceremonial proceso que antecede a su captura y preparación.

A sus 77 años, Francisco Delgado Pineda es un experto en hormigas culonas. Luego de enseñarles a sus ocho hijos a cazar hormigas, hoy las recoge para su propio deleite.

Don 'Pacho' es afortunado. En su finca de la vereda Alto de Marta, en Villanueva (Santander) hay al menos media docena de hormigueros. Llegar a ellos resulta sumamente fácil, pues las hormigas, en su ir y venir, han trazado verdaderas redes de 'autopistas' apreciables a simple vista. Por eso, cuando comienza la temporada de lluvias, por lo general en abril, él sabe que es hora de prepararse.

"Suelen salir en menguante. Lo que importa es que haya llovido recio en la noche y que al otro día haga bastante sol. Es ahí cuando salen las culonas", dice.

La temporada de las culonas es en realidad la del apareamiento de la especie, conocida científicamente como Atta laevigata (Hymenoptera: Formicidae). Este hecho, y la costumbre guane de obsequiarlas como regalo de bodas, han sentado la base de la reputación del insecto como afrodisíaco.

Primero salen las arrieras, que abren la zona con sus tenazas. Entre ellas se destacan los 'cabezones', fácilmente identificables por su mayor tamaño y su intenso color rojo. "El 'cabezón' no sirve para nada, solo pa' picarle a uno", dice don 'Pacho'.

La experiencia de años de dolorosos encuentros con las poderosas mandíbulas de los 'cabezones' le ha enseñado este hombre a protegerse. "Yo no uso guantes, pero sí llevo pantalones gruesos, camisa larga y botas. Sin botas lo matan a uno", asegura.

Hormigas culonas (reinas)

Así lo afirma también Pedro Vicente Ortiz, quien dice llevar 55 de sus 60 años cazando hormigas. Este cultivador de tabaco de la vereda El Limoncito comenta: "Termina uno cortado. Uno trata de tener cuidado, pero le dañan hasta la ropa".

Detrás de las arrieras salen los 'aviones', que no son otra cosa que los machos que esperan la salida de las hembras para fecundarlas. Sólo estas últimas llegarán al tiesto de barro; el macho, más pequeño, no sobrevive a la cópula.

Pero a menudo la presencia de los cazadores interrumpe la ceremonia. A pocos segundos de asomarse a la entrada de sus hormigueros, las hembras son recolectadas por las ágiles manos de los campesinos más experimentados. Otros, más inseguros, acuden a palitos o alambres para echar las presas, vivas, en la bolsa.

"Una vez cogí seis libras, pero hay gente que ha cogido ocho y hasta once libras. Pero por lo general se recogen una o dos libras en cada salida", comenta don 'Pacho', quien asegura que por cada libra hay mil hormigas.

Sin ocultar su gusto por la hormiguita, don 'Pacho' explica el método de preparación. "Se les quitan las paticas, las alas y el pico. Se tuestan un poquito en un tejo de barro y luego se fritan con manteca. Y se comen con salecita, ¡Virgen santísima!", cuenta emocionado.

Pedro Vicente, por su parte, dice que la verdadera seducción de este singular platillo la produce su olor. "Son ricas, pero son como algunas frutas finas: es mejor el olor que el mismo sabor", dice.

Y en eso está de acuerdo Luis Ernesto Sierra, quien habita el casco urbano de Villanueva. "Es un olor muy difícil de describir, no hay nada con que compararlo. Pero sin duda es delicioso", cuenta.

Por eso los fanáticos de las culonas no dudan a la hora de dejar cualquier cosa de lado para ir a recogerlas. "La gente piensa que salen a diario, pero no. Son tres o cuatro veces al año. Por eso cuando salen va toda la familia, haya el trabajo que haya. Con eso, uno sabe que se vende y se hace lo del jornal", relata don Pedro.

En efecto, además de ser un manjar, las culonas son un magnífico negocio. Una libra de hormigas enteras (y por lo general, vivas) que cerca al hormiguero puede costar entre 3 y 4,50 dólares, en las cabeceras municipales de San Gil o Barichara se cotiza en 5,60 y 7,50 dólares. Y una vez preparadas las hormigas, la libra puede alcanzar casi 12 dólares.

Pero eso es en la zona donde salen a la superficie, porque en Bucaramanga una libra de culonas se vende entre 15 y 19 dólares y en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, el antojo puede llegar a costar hasta 30 dólares.

Además, desde hace poco tiempo se están exportando a Canadá, al Reino Unido y a Japón y hoy es posible comprarlas por Internet, en donde se afirma que su valor proteínico es comparable al del pollo o el pescado y que existen más de 40 formas de prepararlas.

En efecto, el entomólogo Alfonso Villalobos, de la Escuela de Biología de la UIS, indica: "Las hormigas culonas son un alimento de buena calidad porque contienen huevos, aceites y proteínas. En ese sentido, más que afrodisíacas son nutritivas".

Ante tan prometedor escenario, algunos han buscado tomar control de la producción criando sus propias culonas. Sin embargo, han encontrado un obstáculo en la voracidad de las otras variedades de especies. En palabras de don 'Pacho', "la arriera se come lo que sea. Las culonas son muy buenas, pero las demás hacen mucho daño".

A lo que don Pedro agrega: "Si pudiera cultivarlas y mandarlas a donde valen, haría más en una semana sembrando hormigas que en un año sembrando tabaco"

Y aunque la temporada está próxima a terminar, ellos afirman que confían en que la última gran 'cosecha' de hormigas aún no ha tenido lugar. Por eso chequean a diario el cielo, para ver si augura lluvias sobre la zona. En ese caso, rezarán para que al otro día brille el sol y así las culonas salgan, una vez más.

El tiempo en que las culonas podían almacenarse por varios meses para ser consumidas pasada la temporada parece haber quedado atrás. Expertos aseguran que la disminución de la población de estos insectos, debida a la falta de controles ambientales, es alarmante.

Según un estudio publicado por Andrés Ricardo Santamaría, administrador de empresas agropecuarias especializado en educación ambiental, de las siete libras de hormigas que se extraían hace 12 años en las viejas colonias, ahora se sacan menos de dos libras.

La investigación de Santamaría señala que la depredación humana está cortando el ciclo reproductivo de las culonas e impidiendo que la mayoría de las 35.000 reinas que pueden salir de un nido logren aparearse y formar nuevos hormigueros.

Además de los cazadores de hormigas, cuando las culonas salen de la tierra para buscar a los machos y aparearse en el llamado 'vuelo nupcial', también deben luchar contra armadillos, osos hormigueros, murciélagos y pájaros que buscan alimentar a sus crías. Mientras que miles de hormigas van a parar a bolsas y costales, estos animales se quedan sin parte de su alimento.

Al respecto, el entomólogo Alfonso Villalobos explica: "El efecto de extinción está dado porque el ser humano ha ocupado espacios propios de la hormiga. Cualquier persona de más de 30 años puede decir que en Bucaramanga la gente salía a coger hormigas en Real de Minas, alrededor del estadio o en la autopista a Floridablanca. Pero esos espacios se urbanizaron y las culonas los perdieron. Por eso cada vez hay menos nidos".

Más información:
Sitio especializado en Hormigas Culonas

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Web Site Author: A. Sunjian
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